Me calienta pensar en dos hombres besándose. Me excita hasta lo indecible.
Tengo largas masturbaciones con la obsesión de dos tipos tocándose, chupándose, cogiendo.
Solo miro. Me quedo en un costado, tocandome, disfrutando y los veo.
Veo como se desnudan, como se huelen, como se lamen.
Yo me quedo ahí, casi sin que noten mi presencia, al margen.
Los hombres, las pijas son mi terreno. Mi lugar.
Pero las mujeres están y sus cuerpos y sus tetas también.
Era chiquita, cuerpo chiquito, tetas grandes. Boca grande.
La encontré en la sala más oscura y nos acomodamos en el lugar que pudimos.
Las dos de pie, reconociendonos, calientes.
Ella me agarro la cara y comenzó a besarme. Besos pequeños, rodeando los labios, pasandome la lengua por la boca. Yo no podía hacer nada. El placer me mareaba.
Seguimos un rato así, besandonos casi sin tocarnos.
Con sus manos me desabrocho el pantalón y la metió por debajo de mi bombacha. Inmediatamente me moje. Me toco el clítoris y la electricidad me contrajo el cuerpo.
Me acerque a su oído y le pedí que me metiera un dedo. Lo hizo.
La besé más fuerte, mucho más mojado.
Le abrí la camisa y le toque las tetas sobre el corpiño. Otro golpe de electricidad me golpeo.
Eran realmente grandes, suaves.
-Chupame- Y lo hice.
Me llené la boca. Con la lengua rocé sus pezones y después la mordí lentamente.
No pude resistirme. No pude aguantarlo. No lo soporté. Y la deje parada ahí mismo.
Cuando llegue a mi cama, lo único que quería era pajearme pensando en su boca.