No sé, no lo recuerdo bien. No estoy segura de la fecha. Pero sí que alguien me lo regalo.
No tiene colores que lo hagan disfrazar de desing. No es Palermo Soho. Es solo una gran pija de látex.
Así, rustica, guaranga, obvia.
No hizo falta que me lo pidiera. Yo sabia que le iba a gustar. Baby estaba caliente y yo quería hacerlo estallar.
Primero fue un dedo. Lo chupe, y lo fui metiendo de apoco. Él gemía fuerte con un poco de dolor, el dolor era lo que me hacia querer hacerlo un poco mas profundo cada vez.
Baby sobre la cama se entregaba a mí y yo iba a aprovechar ese regalo.
Seguí con otro dedo. Y le gustaba y le dolía. Y yo hervía.
Muy despacio, sin sacar los dedos de su culo, busque el vibrador. Lo lamí, lo moje todo y tuve ganas de usarlo yo misma, pero hoy era su turno.
Al comienzo se resistió, pero después vi el placer que le provocaba.
Una, dos, tres veces. Se lo metía y en cada embestida la excitación era mayor. Mientras lo veía gozar, me pajeaba y explotaba yo también.
Sus gemidos de nena me volaban la cabeza, no lo podía creer. Tan nenita, tan putita y por lo que yo estaba haciendo.
Baby acabo y decidí que era mi turno.
Él me metió el vibrador en la concha mientras, al mismo tiempo me metía su pija en el culo. No fue un largo rato. No lo resistí. Acabe de una manera brutal, incontrolable, enferma.