El primer cachetazo me sorprendió.
Mucha claridad.
Baby me sostuvo la cara con la mano y me beso fuerte. La lengua húmeda dentro de mi boca. La saliva invadiendo todo.
Me acostó sobre la cama y él se acostó sobre mi.
Me escupió en la cara. -Queres esto ¿no, puta?- Y sí, yo quería eso.
Me cogía bestialmente. Me atravesaba con la pija. Mi cabeza volaba.
Podía confiar en que no iba a traspasar el límite, ¿pero él sabia cual era mí límite?
El cachetazo resonó en mi oído y la cara me pico levemente. Me resistí con una resistencia débil casi una aceptación.
La habitación estaba clara y la tele chillaba por ahí.
Al segundo cachetazo yo lloraba con dolor, angustia, placer.
Me sentó y me metió la pija en la boca. ¿Qué era? ¿Miedo? ¿Deseo? Las lágrimas también le mojaban la pija.
Baby me dio vuelta, la cara contra el colchón y me cogió por el culo. -Basta, por favor. No puedo más!- Siguió, no le importó. Él sabia cual era el tono que encendía la alarma. Me cogió sin parar de putearme, de tirarme del pelo, de humillarme.
El golpe entre el placer y el dolor estallaba y lanzaba por el aire mi rechazo.
Acabó con un grito oscuro, firme. Dos segundos después lo hice yo, sin dejar de llorar.