viernes, 1 de febrero de 2008

No estaba particularmente caliente. Pero tenia ganas de tocarme, de dormirme con la implosión de un orgasmo en el cuerpo.
Me corrí un poco la bombacha y comencé a acariciarme. Suave, despacio.
En un minuto sentí la sangre agolpada en mi cara, la respiración densa, el reflejo del espasmo en la concha.
No necesito imaginar ni pensar en nada para poder calentarme, tal vez sea el rasgo más masculino que tengo, pero el solo mecanismo del roce me hace estallar.
Seguí tocándome, pero necesitaba más.
Me metí un dedo y ya estaba mojada.
Ahora sí, eso faltaba.
Mientras con una mano seguía acariciándome el clítoris, me metía un dedo de la otra mano.
El roce de la bombacha en el culo me calentaba más.
Estaba por acabar, no quería perderlo, no quería terminar.
Y llego y acabe y dormí.