martes, 18 de diciembre de 2007

Me gusta sentir la leche sobre mí. Me gusta que acaben en mi espalda, en mis tetas, sobre mi panza.
Me gusta el olor, la textura, la consistencia.
Los hombres. El peso sobre mí, la presión dentro mio. Las pijas duras, grandes.
Los hombres, me gustan.
Pero hoy necesito una mujer.
Me puse su pija en la boca y la lamí durante algún tiempo. Ellos seguían besándose.
Podía oír sus lenguas mezclandose, con la necesidad de comerse, de desaparecer uno en el otro. Y yo simplemente gozando de ellos.
Yo estaba caliente y quería que me cojieran. Que alguno de los dos o los dos me cojieran.
Pero no sucedió.

martes, 4 de diciembre de 2007

El primer cachetazo me sorprendió.
Mucha claridad.
Baby me sostuvo la cara con la mano y me beso fuerte. La lengua húmeda dentro de mi boca. La saliva invadiendo todo.
Me acostó sobre la cama y él se acostó sobre mi.
Me escupió en la cara. -Queres esto ¿no, puta?- Y sí, yo quería eso.
Me cogía bestialmente. Me atravesaba con la pija. Mi cabeza volaba.
Podía confiar en que no iba a traspasar el límite, ¿pero él sabia cual era mí límite?
El cachetazo resonó en mi oído y la cara me pico levemente. Me resistí con una resistencia débil casi una aceptación.
La habitación estaba clara y la tele chillaba por ahí.
Al segundo cachetazo yo lloraba con dolor, angustia, placer.
Me sentó y me metió la pija en la boca. ¿Qué era? ¿Miedo? ¿Deseo? Las lágrimas también le mojaban la pija.
Baby me dio vuelta, la cara contra el colchón y me cogió por el culo. -Basta, por favor. No puedo más!- Siguió, no le importó. Él sabia cual era el tono que encendía la alarma. Me cogió sin parar de putearme, de tirarme del pelo, de humillarme.
El golpe entre el placer y el dolor estallaba y lanzaba por el aire mi rechazo.
Acabó con un grito oscuro, firme. Dos segundos después lo hice yo, sin dejar de llorar.